domingo, 26 de julio de 2009

Luz y oscuridad

“Luz y oscuridad” no es más que una simple metáfora que trata de representar a esos 2 estados de ánimo, antagónicos pero no por eso incompatibles, que acucian al ser humano.

Voy a tratar de ser conciso en la descripción de la Luz y la Oscuridad. La luz es el optimismo: podemos creer (o no) que todo a nuestro alrededor está mal, que nuestra vida está mal, que nuestra sociedad está mal, pero en el fondo creemos y confiamos que esto va a cambiar, que en algún momento de la historia futura la sociedad va a ser mejor (de hecho lucharemos por ello), y en algún momento de nuestro propio porvenir vamos a encontrar paz, felicidad, y plenitud. En este territorio luminoso es donde se hallan los sueños, las esperanzas, la amistad, el amor, y todas aquellas pequeñas cosas que irracionalmente nos llenan el alma y nos hacen estremecer.

En el extremo opuesto, la oscuridad es el pesimismo. Cuando estamos en la oscuridad, solemos tildarla de realismo (es difícil concluir que lo oscuro no sea real). Vemos la historia, vemos el mundo, vemos el país, vemos la ciudad, vemos la calle y nos invade una sensación de tristeza, de odio, de pesadez, de hastío. La miseria es cada vez más generalizada, la frivolidad y el egoísmo son cada vez más comunes, la globalización transforma a aquello que solía ser un ser humano en un simple engranaje. La descripción negativa del mundo podría extenderse hasta el aburrimiento pero no es ése el objetivo de esta breve reseña de la oscuridad. Es en estos momentos que solemos preguntarnos para qué es que estamos acá, si de verdad vale la pena aquello por lo que nos levantamos cada mañana.

Hay personajes donde predomina casi absolutamente la oscuridad, Dostoievski nos brinda buenos ejemplos. Odio, resentimiento, ensimismamiento, violencia. En otros casos predomina la luz: siempre alegres y risueños, despreocupados o luchadores, pero siempre felices y esperanzados. También sucede (abundantemente) que en ciertos personajes la luz y la oscuridad se hayan anulado mutuamente, llegando a una neutralidad incolora, un automatismo despreocupado y sin ilusiones, una superficialidad que pareciera nunca estar triste y nunca estar contenta. La última “categoría” que mencionaré (podrían existir miles de categorías, infinitas) es la de aquellos personajes donde la luz y la oscuridad luchan constantemente, logrando momentáneas victorias que nunca llegan a ser definitivas.