jueves, 18 de noviembre de 2010

Recuerdos lúdicamente impuntuales

El muchacho, con aire despreocupado, se acerca al edificio, el edificio que alberga hace tiempo aquel colegio, colegio al que yo fui cuando era pequeño, cuando era pequeño fui a muchos colegios y el muchacho enjuto y distraído me los recuerda a todos, todos los colegios asistidos inciden fuertemente en el desarrollo y la vida de cualquier persona, cualquier persona que pasase por la puerta de un antiguo colegio se distraería, se pondría melancólico o triste o contento y tranquilamente se ahogaría en los recuerdos, pero quien se ahoga mucho tiempo en los recuerdos puede ahogarse en el aire, en el aire de verdad, el que se respira, y cuando alguien se ahoga en el aire que se respira o bien se asfixia o bien toma una decisión, decisión que bien puede ser exhalar el asfixiante recuerdo y devolverlo al pasado, pasado donde yacen el viejo colegio, la familia que era antes, el barrio de la infancia, los olvidados amigos, las despreocupadas risas, los tristes pesares de antaño, tristes pesares que pueden ser recordados hasta que empiecen a ahogar, y entonces desterrarlos y volver al presente, presente en el que paso enfrente del colegio que me vio crecer, crecer como ahora crece el muchacho que entra despreocupado en el edificio, en sus sombras interiores se pierde, de mis sombras interiores yo vuelvo, y sigo caminando por esas calles que tienen un olor tan particular, olor particular por la albahaca, la lechuga mantecosa, la rúcula, las endivias (ensalada verde!), las risas que se escapan de la verdulería, verdulería donde yo hice mis primeras changas cuando todavía vivía en este barrio, barrio al que a veces dejo de recordar pero nunca jamás olvido, lo recorro y me alejo y me despido y procuro no retornar pero siempre, de vez en vez y de tiempo en tiempo, vuelvo a visitar, y entonces las sombras y aquel entorno sin contornos y mi formación y mis experiencias y mi carácter y el presente, y entonces una luz que asoma con esa sonrisa que es a la vez ajena y propia, y le pelea cuerpo a cuerpo a la sombra del pasado que a veces asfixia.

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