lunes, 5 de octubre de 2009

Resistir, morir, dignificar. Salvar.

El que se planta firmemente ante la muerte, ante la desdicha, ante la pérdida más absoluta.
El torturado que no confiesa. El perseguido que no se esconde. El acorralado que no se cree vencido, que no se resigna. El ya vencido que no se arrodilla.
El condenado a muerte, que no muere todavía.
El que lo sabe, pero no lo demuestra. El que la acepta, pero no le teme.
El que mira fijo a los ojos del verdugo, sin parpadear. Se ubica sin vacilar sobre el cadalso. Palpita, pero no se inmuta. Late, pero no llora.
Vence.

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Él, que sabe lo que le espera, sigue su rumbo, porque así lo eligió.

No te vayas, no nos dejes. Quedate. Todavía te faltan cosas… “Cosas”, qué cosas. Vos sabés lo que resta todavía, lo mucho que.. Lo que viene es más importante que todo lo que falta. Y es necesario. Nunca es ella necesaria. Sí lo es, no existiría sino. Pero no todavía.. por favor, no todavía... pensá en nosotros...

Creéme que es lo mejor para todos. Dar marcha atrás sería una derrota.

Huele los robles y se siente en paz. Mira al cielo, y huele también la lluvia que se aproxima, aunque todavía el Sol ilumine el pequeño bosque que circunda al edificio. Siempre tuvo buen olfato… lo que no tuvo de vista, lo tuvo de olfato. Lo tiene, todavía lo tiene. Y también lo tiene de tacto. La madera bajo sus pies descalzos, casi marchitos, tiene muchos años… deberían cambiarla. Alguno puede pensar que se le quita dignidad. Pero no es así, y por suerte, él lo sabe, dignamente.

Mirá tus pies, sobre esa carcomida madera. Vos deberías estar sobre una alfombra roja. Y bien acicalado, sonriente, y con más años, muchos más. Sonrío, si eso es lo que te hace feliz. Lo de la madera sabés que no es relevante. Es madera, tarde o temprano va a desaparecer. Lo mismo que la alfombra roja. No te vayas…

Ellas dos, mellizas, se juntan. La mayor casi la duplica en altura, pero ahora son una misma línea, inevitablemente recta. Y apunta para arriba, con lo que eso indica. El Sol, en el cenit. En pocos lugares puede darse tal situación: pocos condenados pueden partir con aquél justo sobre sus cabezas, en el punto más alto. Y gracias a ello (precisamente por ello, aunque a veces la causalidad pareciera invertirse), las mellizas se juntan, y dan la señal. Pocos espectadores, en silencio. Ominoso, expectante, el silencio. El sicario (porque eso es lo que es) cumple lo que cree es un deber. Sin preguntarse demasiado, no quiere ni pensarlo. Simplemente lo hace.

La lluvia sorprende. “Qué sorpresa, hace unos minutos había Sol”, comenta el reducido grupo de cínicos o curiosos. Y se alejan, y se resguardan. Sólo queda una mujer en el predio, mordiendo el pasto, llorando desconsoladamente, su alma deshaciéndose. Y el niño en sus brazos, que no entiende pero sí presiente, la imita.

2 comentarios:

  1. Buenas Noches...Tenes un blog interesante por mucho, asi que me veras mas seguido por aca...

    saludos y exitos!!!

    Au Revoir...

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  2. se me erizó la piel, asi que imaginate. No te miento. Sintético, pero muy vívido el relato. Cuenta mucho, en poco. Está muy bueno la verdad, me alegra enterarme esta novedad, me voy a estar dando una vuelta seguido, podríamos intercambiarnos cosas en la facu tambien, para criticarnos y ayudarnos un poco.
    te felicito che.
    abrazo
    Nico

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