martes, 23 de marzo de 2010

La elevación y su costo

Elevarse tiene su costo. Y yo estoy sintiendo las dos elevaciones sucesivas. Lo más inmediato ya lo pagué, pero todavía me quedan las perpetuas consecuencias. Y la memoria, que jamás recuperaré, a no ser que alguien (omnipotente y benévolo, como el dios cristiano) me ilumine desde el exterior. Hasta entonces, sólo la leve sospecha de haber deambulado por el misterio, y la grata certeza que albergan mis pies: certeza de haberse deslizado, con parsimonia, algunos centímetros por sobre el nivel del suelo.

Qué gané entonces? No lo sé, pero creo ganar algo, por eso sigo asumiendo los riesgos. Por eso acepto los destronadores golpes, que son más feroces cuanto mayor es la altura alcanzada. Estoy lleno de moretones, y sin embargo lo volvería a hacer ahora mismo (si tuviese la posibilidad) y de seguro volveré a hacerlo pronto. El cuerpo será el principal damnificado, pero el espíritu soberbiamente gratificado.

Y llegará un día, tal vez, en que el desenfoque será eterno, se distorsionarán infinitamente todas las luces, y el viento y la lluvia y los más dispares olores se alborotarán todos adentro mío. Y en la tempestuosa confusión de los caminos, en el irrefrenable deseo de moverme hacia ningún lugar, tal vez allí, encuentre mi ruta.

1 comentario:

  1. Me gustó (gran frase "irrefrenable deseo de moverme hacia ningún lugar"), pero de golpe me asaltó la duda de si debería preocuparme por lo que das entender en este post. Por lo pronto tengo que preocuparme porque la duda se llevó 30 pesos y mi celular nuevo, pero en cuanto la alcance volveré para charlar. Un abrazo

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