martes, 31 de agosto de 2010

La escritura y el agua

A veces, entramos al agua con un objetivo bien claro: nadar una determinada cantidad de tiempo para ejercitar los músculos, buscar algún objeto que no debería estar mojándose, vigilar a los pequeños para que no se ahoguen, o simplemente refrescarse. Sin embargo, otras veces, nada de aquello sucede: nos sumergimos en el agua como queriendo olvidar que existimos, perdernos en la profundidad (allí donde no se huele ni se habla, donde los sonidos son remotos y a duras penas puede verse), dejarnos remontar por la marea y seguirla a donde sea que nos conduzca. Que las olas jueguen con nosotros como a nosotros nos gustaría jugar con la vida. Creo que a veces con la escritura sucede algo similar: escribimos muchas veces con un objetivo claro y contundente, le damos forma y, si bien podemos ir masticando la idea mientras la desarrollamos, sabemos con precisión relativa cuál es la meta. Pero en otros casos el escribir es más bien instintivo y arremolinado, como si hubiese una corriente que efectivamente es la que dispone el rumbo, barajando las palabras y los signos de puntuación en el intento de ganar un juego absurdo, en el que nadie gana. De ese semiconsciente y tumultuoso viaje pervive a veces, ya a la luz del día, un resto auténtico.

1 comentario:

  1. Qué hermosa comparación. Que las olas jueguen con nosotros como nosotros lo hacemos con las letras :)

    A propósito, me diste ganas de escribir... Y eso que ando muy lejos de ese verbo últimamente. Gracias por la firma, pero esta vez vos me ganaste con la metáfora :)

    Un beso!

    Pd: Deberías ver Antes del Atardecer, aunque es un golpe duuro.

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