jueves, 28 de octubre de 2010

Lo que dice la lluvia

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La lluvia siempre era capaz de revolver sus sensaciones hasta el extremo. Sólo ella lograba revelarle todas las ambigüedades de su ser, sólo ella podía llevarlo al estado en que se encontraba ahora: contemplativo, perceptivo, dubitativo, confuso. Era la lluvia, era la tormenta: su verde olor invadía los surcos de la cara, las gotas secas de todo pudor lo golpeaban con tenacidad, avivándolo, pellizcándolo. Un críptico espectáculo: el agua cayendo desde el infinito, inundando las calles; algún auto que se deslizaba como flotando, a lo lejos; los truenos; su aroma. Todo ello lo tranquilizaba asegurándole que había algo (algo grande, trascendental) que seguiría funcionando siempre, sin importar lo que él hiciera o dejara de hacer, y aun cuando él no existiese más, la tempestad –ese mecanismo de relojería, verdadera alucinación, remolino de sensaciones- volvería a desatarse nuevamente, para regocijo de algún otro avispado observador.

Lamentablemente, había más: las nubes revoloteaban en el cielo, se dispersaban, se unían y volvían a separarse; se movían como saetas apuradas tras algún fuego sagrado, buscando el norte. La luz surgía de la colisión, centelleaba con su ciego esplendor y luego desaparecía, se disolvía, apenas sobreviviendo unos instantes en la retina, que no tenía tiempo de asimilar el repentino estallido en su justísimo momento. Ese movimiento, esa vivacidad, ese estruendoso cambio, todo aquello también le marcaba con crueldad su inquietante pasividad, le decía que había allí afuera un tumulto terrible y fantástico del cual él se estaba perdiendo, le mostraba cómo el cielo podía saciarse de tempestad en unas pocas horas, con plena magnificencia. Mientras, él –todavía- no terminaba de entender que aquélla (la bruta tormenta, la desesperante conmoción, el movimiento incesante, vibración de los cuerpos y las almas, frenético y apasionante baile de la sensación) era componente esencial en toda existencia que osare considerarse más o menos vital.

2 comentarios:

  1. Oh, cuánta verdad y cuán hermoso.
    Me encanta, como siempre.
    Un beso querido!

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  2. Ah, y esa canción siempre me acompaña mucho para escribir (como la lluvia).

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